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Maria de los Milagros Baylac. "Reina en colores".

“La prosperidad y la abundancia te la dan los sueños que cumpliste en tu corazón. Si vivís la vida con tu lealtad, siguiendo tus reglas y tu camino, el resultado siempre es positivo, porque vos estás tranquilo en tu alma. La magia está en existir, en tu día a día.”

​Arriba el telón. Yo soy artista, soy soñadora pero sobre todo soy viajera. Cuando era chica yo le decía a mi mamá que iba a recorrer el mundo entero. “María no sueñes, hay que ser millonario para eso”. Todavía no soy millonaria, pero puedo asegurarte que casi lo conozco entero. Uno cumple los sueños, por eso tenés estar convencido y ver que lo vas a lograr. El cómo no es importante, pero si empezar a tomar decisiones que tengan que ver con eso. Ese es el secreto: decidir. Tus ganas, tu convicción. Empezar a creertela y estar seguro de que si actuás bien, lo que recibas va a ser lo que merecés.

Mi filosofía. Mis papás me dieron mucha libertad. Los papás hacen lo que pueden: quieren que lo pases bien, que no repitas su historia. Piensan que estudiando, teniendo un buen trabajo y que determinada formalidad es lo mejor para vos. Eso está bien, pero también lo que está bien es vivir como uno quiere. Uno es el actor de su propia existencia. Podés tomar la decisión de querer padecer y ser una víctima de las circunstancias o ser actor y generador y ver como cambiarlo. Eso hace el todo. La prosperidad y la abundancia te la dan los sueños que cumpliste en tu corazón. Si vivís la vida con tu lealtad, siguiendo tus reglas y tu camino, el resultado siempre es positivo, porque vos estás tranquilo en tu alma. La magia está en existir, en tu día a día.

Aire. A los dieciseis me enfermé de bulimia y anorexia. Me comí el papel que exigen los supuestos parámetros sociales: tenés que ser flaca, linda, hacer una carrera exitosa. Me enfermé porque soy sensible y canalicé. La presión desde la imagen está todo el tiempo. Durante seis meses seguí el tratamiento en ALUBA. Tuve que faltar al colegio, entonces apareció mi tía con unas pinturas. Fue adrenalina pura. El tratamiento en sí tiene muchas contras. Yo me curé reconociendo mis sentimientos no hablados. El arte me sanó.

 

A las tablas me remito. Soy licenciada en relaciones internacionales. Paralelo a la universidad, estudié teatro. Nunca pensé en ser artista plástica, yo pensaba que iba a ser actriz. Quería vivir otras vidas mediante la profesión. Pero me dí cuenta de que no quería representar un papel, sino vivir mi vida. Por eso soy una artista plástica diferente, toda para afuera.

 

 

Conflictos en red. No quería ser oficinista. Buscaba trabajo de actriz y terminé trabajando en cancillería argentina. Siempre digo que esa fue mi mejor actuación. Trabajaba en el piso diez, donde se encuentra la Secretaría de Culturales -ó dicul-. Para mí era el piso de los artistas. El edificio suscitaba mucha soledad. Teníamos una intranet que permitía que todos los empleados nos conectásemos: no tenías nombre, sólo nos identificábamos por nuestras siglas. Todas las mañanas recibías avisos: puros mensajes de “compro-vendo-permuto”. Un embole. Un día de lluvia se me ocurrió compartir un poema. BYM publicó “Poema para día de lluvia”. Al día siguiente recibí ¡cien mensajes! ¡Armé un quilombo! Eso me alentó a compartir mis poemas. Un día mi jefe, el señor embajador, me llama y me dice:



“Muy bueno el de 'La Hiedra' de hoy, pero María ¿te pusiste a pensar que las relaciones internacionales no tienen la dinámica de antes? No sé por qué no sos artista”.



Me estaba diciendo que era tan incierto ser embajador como ser artista. Hasta que uno no toma consciencia de lo que uno quiere y lo que uno es, no hay magia. Uno la crea. Yo me hice cargo de cada decisión para estar donde estoy. Confié en mis sentimientos, no en lo que supuestamente había que hacer.

 

Las mil vidas de María. No me había tomado vacaciones en mucho tiempo y después del corralito, logré que me dieran dos meses de vacaciones. Me fui de viaje buscando al amor de mi vida, que estaba en Australia. Yo siempre busco el amor por eso mi obra tiene que ver con el encuentro. Cuando llegué, el supuesto amor de mi vida tenía novia. Otra película. Empecé a navegar por la existencia. Fue muy interesante. Australia es un país del futuro, dónde todo está perfecto y te hace cuestionar un montón de cosas tuyas. En el avión de vuelta, me topé con un colombiano. Sin conocerme, me empezó a decir que si era artista tenía que confiar en el universo, saltar al vacío. Me dio terror. Era tomar la chance sin saber qué pasaría.

 

Incertidumbre de color. Estuve seis meses más en el trabajo, padeciéndola. El dinero se me evaporaba. En mi cabeza me preguntaba ¿cómo voy a renunciar? ¡Tengo que pagar todo esto! Entendí que el dinero nunca iba a ser suficiente y que si no experimentaba, nunca iba a saber. No pensaba pasarme la vida preguntándome por qué no me había subido a ese tren. Hace ocho años no tenía ni la cuenta bancaria llena ni a mis papás de acuerdo con la posibilidad de mi renuncia. Cuando yo empecé, pintar no estaba de moda. Ahora sí va lo colorido, pero en ese entonces recibía puras críticas, ningún elogio. Cambié el formato de mi obra y empecé a hacer remeras pintadas a mano. Recién ahí me empezó a ir muy bien. Permanecí leal a mí porque pintar era mí propia comunicación.

Café colombiano. Llegué a Colombia con trescientos dólares que junté arañando. En medio de la selva colombiana, pleno Valle de Sibundoy, el pibe me dice que se había equivocado conmigo. Abandonada en plena Colombia indígena. Tenía dos opciones: ó volvía a Buenos Aires dejando atrás toda esa pavada -según mi vieja “cualquiera te habla en cualquier lado y lo seguís”- ó me quedaba un mes en la incertidumbre total. Si trabajaba en la comunidad indígena no pagaba ni comida ni alojamiento. Tenía que probar, había hecho siempre todo bien. Mi cabeza hizo lo mejor que pudo, no podía también controlar los resultados. Después fue pura cabeza, mi potencialidad y mi imaginación de lo que podía ser. Mi historia parecía un cuento: terminé contándola en las escuelas. ¡Hasta escribí cuentos infantiles! Durante un mes jugué un videogame: fui ganando créditos, pasaba de nivel, iba topándome con riesgos, con desafíos y seguía avanzando. A partir de ese momento, nunca más tuve miedo. El miedo es no poder definir lo que te pasa. A veces no tiene que ver con lo que sabés, sino con lo que sos, por tus experiencias, por las que has ido ganando.

Precuelas. Bancarte ya estaba en mí en potencia. Es un sueño de mi niñez. Cuando era chiquita en Bahía Blanca caminaba siete cuadras sola hasta el colegio. Había muchas casas viejas. Me imaginaba si estuvieran pintadas de colores, cuánto más lindo sería mi camino. Lo pensaba todos los días. Desde algún punto en mi imaginario, el color era alegría para mí. Desde esa gran satisfacción lo vivo, le pongo la energía y amo hacerlo.

Arte sustentable. Hoy hay propuestas constantemente para intervenir objetos desde el lugar de artista: que la vaca, que el corazón, que el caballo. Lo cierto es que eso que se interviene desaparece, nadie lo ve más. Encima el canal raramente está limpio y los artistas no ven un mango. En Junio de 2012 estaba relacionándome con muchas cosas de sustentabilidad, que para mí no tiene que ver sólo con comer saludable o consumir orgánico. Es tener consciencia de que las cosas que utilizás en el hoy puedan estar en el mañana. Pintar tiene en algún punto que ver con reciclar. Al ponerle color, algo que está apagado, cobra vida.

 

Bancos de luz. Un día me llaman los de INIPOP -un sitio de internet dónde se suben iniciativas populares-. La idea era armar alguna propuesta social. Imaginé. Me puse a pensar que las plazas han dejado de ser lugares de encuentro. ¿Por qué no retomar este lugar de conectarte y encontrarte con otro? Tenía que ver con que hay unos bancos divinos que no se lucen. A veces se busca el mural gigante pero se pierde el arte real, el arte del detalle. Esto podría también dar la oportunidad a artistas que, tal vez no son conocidos, para que aporten su granito de arena para dar felicidad.

 

Idea original. La idea es imprimir alegría. Antes de empezar, vengo a la plaza la miro y elijo un tema. A la de Palermo le asigné el tema sentimientos: la gente se encuentra, se besa, está con los nenes, con el perro. Ponemos un tema para evitar que el artista se quede en su ego. Yo soy re libre entonces dejo que la gente se acomode desde su afinidad. Si a vos te cae bien esta persona, entonces ponete al lado. Cuando mirás los resultados parece que está elegido el color, el orden o quién estuvo al lado de quién. La verdad es que no. Así lo que se provoca es genuina alegría y felicidad.

 

Se va la primera. La primer plaza intervenida fue la que está en la avenida 9 de Julio. Eran diez bancos. Invité a amigos y conocidos porque era mucho trabajo. Me levanté a las siete de la mañana y cuando llegué ninguna de las personas que me habían asegurado que iban a ir estaba. Dije WOW. Como tengo una capacidad de trabajo casi a veces fuera de este mundo pensé en pintarlos yo, pero mágicamente empezó a caer gente que se autoconvocó. Ese es el espíritu. ¿Cómo vas a obligar a alguien a asistir gratis?. El que venga que lo haga porque quiere, que vaya con amor, con alegría. El resultado fue genial. La avenida más famosa de Buenos Aires, el lugar de paso de la ciudad, está llena de flores. Hoy podés ir y sentarte en un banco lleno de flores en medio de la urbe ¿qué más querés?

 

Se hace camino al andar. Desde Junio llevamos hechas cinco plazas. Desde el principio nos bancaron donándonos la pintura. Sólo faltaban los artistas, que terminaron autoconvocándose. El artista pinta para vivir del arte, yo lo hago desde hace ocho años. Esto dista mucho de trabajar gratis. Con Bancarte, tanto artistas como la gente que viene espontáneamente, aportamos nuestro granito de arena al bien común. Esto se hizo desde el amor, no hubo dinero. Hay una cultura muy instalada del criticar, de pedir a otros que hagan, en vez de ponerte la camiseta. Cuando a mí me dicen no se puede, pienso que en realidad lo que faltan son ganas. Esto se trata de ser actor de tu propia existencia. De ver cómo podés hacer las cosas de un modo diferente. Yo no soy médica ni economista, pero como artista plástica es una oportunidad de sacar el museo a la calle. Es algo que hago para todos, para que el arte esté en todos los lados en los que se pueda.

 

Pintar es como vivir. La gente piensa que si no sabe dibujar, no sabe pintar. Pintar está sobrevaluado. La verdad es que se parece mucho a cantar, a bailar o a leer. Es una facultad innata al ser humano, que necesita expresar lo que le pasa. ¿Quién te quita esas dos horas conectado con tu espíritu, jugando con los colores? Tenés que estar todo el tiempo tomando decisiones. ¿Qué pasa si me sale mal? ¿Voy a romper la hoja o me voy a hacer cargo y voy a intentar resolver lo que no me gustó?

 

​Hay camino. Me di cuenta que mi peor enemigo no eran ni mis padres, ni mi trabajo, ni la historia. Era yo misma. Tenía miedo a triunfar, a vivir de acuerdo a mis reglas y no a lo cómodo. Levantarse a la mañana, ir a una oficina, saber que te van a pagar un sueldo tengas o no tengas resultados, hagas o no hagas algo, es una seguridad. Vivir de la incertidumbre constante es una lotería, pero terminás dándote cuenta que se vuelve segura porque confías que se van a ir dando las cosas desde otro lugar. Hay fortaleza, hay fuerzas, hay camino.

Entrevistamos a María Baylac un día muy caluroso de Diciembre en Plaza Armenia, una de las últimas plazas que invervino con su proyecto “Bancarte”. María acaba de volver de un viaje largo que la llevó de vuelta por Oceanía. 2013 se anuncia como un año de mucha producción personal y talleres de arte, donde estimulará a sus alumnos a usar la pintura para tener un momento de conexión con ellos mismos.

              

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