top of page

Luna Portnoi. "La mujer sin edad".

“Se puede vivir del arte. Solo que es hacerse cargo 100% de uno mismo”

Luna empieza: “¿Cómo te llamas? ¿cuántos años tenés? ¿A que te dedicás? Yo te puedo responder todo eso, pero a mi no me conocés ni un poco si te respondo”. Bienvenidos al mundo de Luna.



Ella. Soy Luna. Escucho, reflejo. En cualquier intercambio entre seres, poder dejar la subjetividad personal de lado es casi imposible pero pretendo hacerlo con mi arte. Soy como un canal y busco reflejar, que cada uno cuando vea mi obra se vea a sí mismo.



Soy Luna. La Luna lo que hace es reflejar el brillo que no le es propio y es guía, es guía en la oscuridad, creo que lo que más me sienta del nombre es eso. Hoy me toca hablar pero prefiero escuchar, me gusta mucho escuchar. Vos escuchas, sonreis y ves que amigos empiezan relatando un super problema y terminan livianos. Creo que es lo que más me hace crecer como ser humano. 



Inicios. Vivíamos en una casa en Cuidad Evita y nos mudamos -con mucho esfuerzo de mis viejos- a un departamento en Capital Federal. Un gran cambio. Soy la más chica de mis hermanas. Tenía dos años y medio y el departamento estaba recién pintado de blanco. Agarré el rouge de mamá y empecé a pintar todas las paredes. ¡Yo que era tranquilita y comía todo! Mis compañeros del primario tienen recuerdos de los dibujos que hacía al costado de las hojas, hasta durante los examenes. Era super buena alumna pero siempre me decían ¡dejá de dibujar!

La niña de los 500 años. Fui como una niña grande, una adolescente adulta. Hay fotos mías de los quince o dieciseis donde parezco más grande que ahora. Cuestionándome cada cosa, todo súper profundo, denso, así como intenso.



Las mil carreras de Luna. Fui a Disney, le preguntaba a los que estaban dibujando “¿qué hay que hacer para ser como vos?”. Fui a Brasil a una fábrica de joyas y estaban los tipos diseñando joyas:  yo quería ser diseñadora de joyas. Fui a una expo de autos y había un señor diseñando autos y quería ser diseñadora de autos. Me encantaban todas las profesiones. Quería hacer todo. Me fascinaban las profesiones que veía y que ni sabía que existían. Súper curiosa. Quería hacer, de acción.



En el camino. Finalmente me decido a estudiar diseño de indumentaria. Estudié la carrera impecable. Super aplicada, autoexigente, vamos por la perfección.

Fluyendo. Siempre fui super amiguera y alegre pero había una energía mal aprovechada, como encapsulada: era esta del arte, del dibujo y la pintura. Me tocó hacerme cargo de lo que yo quería y empecé a pintar. En ese momento me salió un trabajo en Uruguay. Era invierno, tenía tiempo libre. Iba a un taller con un profe y le decía yo quiero pintar. Arrancó y no paró nunca. Fue desde el lugar más lindo que encontré en toda la vida: un lugar lúdico, genuino, descontracturado, sencillo, puro, divertido. Me encanta, me fascina.



Full time. Es como un despertar y de repente es un trabajo o una forma de vida las 24 hs del día. Trabajamos más que cualquier otra persona. Es lindo y raro a la vez porque es mi profesión y casi lo que más me gusta en el mundo hacer. Y lo hago todo el tiempo, por trabajo y por no trabajo. Es sostenible y consistente desde el momento que lo hacés de corazón, de verdad. Sino se cae solo. Para mi es como la prueba del corazón puro. Perdura, brilla y se sostiene si es un trabajo personal muy profundo.



Punto de inflexión. Me sucedió toda la vida de desarmarme y rearmarme como Ave Fénix hasta que me di cuenta que si me desarmaba de nuevo no pasaba nada. Todo es temporal. Tuve que perder el miedo. Son procesos super dolorosos pero para encontrarse con toda la fortaleza.  



Todo terreno. Mi objetivo es poder píntar sobre cualquier superficie. Cada vez me animo más. Pinté autos, bicicletas, guitarras, muebles. No se como pintar un edificio pero como no va desde el miedo me animo a probar. No existe posibilidad de que salga mal. Y aprendo más.



Inspiración. No hay mucha cabeza previa, si hay un disparador. Pero voy a pintar y sale lo que sale. Quizás en ilustración donde todo es más chiquito y más detalle entra un poquito más lo pensado, pero hasta ahí.  Los procesos se parecen mucho a cuando te estás quedando dormido: me navegan un par de imágenes y cosas que después si las agarrás genial, sino se van, pero no me terminan de pertenecer.



Inspiración II. El contacto con el cielo, la naturaleza, la observación. Necesito contacto con lo natural de alguna manera. Es casi mi máxima inspiración. Cuanto más primitivo y más ancestral sea para mí, más enriquecedor es. Y a la hora de crear mucha conexión y sentido del humor.



Futuro. No se donde voy a estar en dos años. No significa que no tenga capacidad de proyección. Soy flexible, voy fluyendo con el contexto y lo evalúo. No tengo certezas más allá de lo que pasa a mi alrededor.  Si me preguntas ¿cómo me veo? Ojalá que muy feliz.



 



En tránsito. Antes de recibirme hice un workshop en la facultad con el Consejo Británico. Conocí una diseñadora inglesa. Era como si la conociera de toda la vida. Me invita a trabajar con ella. Londres: super experiencia, demasiados días grises. Me desarmé por completo. Lo que venía proyectando (que respondía sobre todo a lo que la gente esperaba de mi) se quebró. Era el primer momento de estar sola conmigo misma.



Bienvenidos a la vida real. Mientras estudiaba hice un taller de oficios de calzado.  Un compañero me propone armar algo. Volví de Londres, montamos la marca, crecimos un montón: terminamos haciendo calzados para Miranda, la vuelta de Soda Stereo. Fue como un máster: proveedores, tiempo, diseño, clientes. Yo era muy joven, tenía un local, muchas responsabilidades. Lo había elegido. En perspectiva entendí que era demasiado. Siempre aparecía esta necesidad de ser un poco más libre.



Las mil caras de la Luna. En un momento la niña adulta comenzó un proceso inverso: soltar, desprender, confiar, dejar fluir. Fui rejuveneciendo en el sentido de ser más fresca, más lúdica, que no importe el ridículo, el que dirán.  Cuando tenía el local me pregunté ¿yo me veo así para el resto de mi vida?  Una pregunta demasiado existencial que no hay que hacerse muy a menudo porque  generalmente la respuesta es “no”: es imposible proyectarse para toda la vida.



Soltar. Si bien la pintura siempre estuvo ahi nunca la pensé como el centro. Cada vez que tenía un momento pintaba. No lo compartía, pero siempre había una forma de sublimar a través de arte. Cerrando el local y lidiando con abogados, contadores en un momento me dije “voy a pintar”. Ahí apareció.



El cómo. Fue seguir un sueño e ir no tanto desde la cabeza, más desde el corazón, desde el amor y no desde el miedo. Empezaron a suceder cambios que primero fueron internos y después conscientes que me llevaron a esto. Cuando puse como motor el corazón, pero de verdad, no especulando con ningún otro resultado que el de poder brindar de corazón mi arte. El feedback es más de lo que jamás hubiese esperado.





WEB

FB

 

 


bottom of page