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Joaquin Varela. "El soberano".

“El amarillismo y la catástrofe inmerso en el discurso común es la mierda que me hace hablar de las flores. Siempre quiero salir de ahí. Hay que atravezar esa oscuridad para poder ver la luz, porque sino cuando estás en la luz no la disfrutás.”

Empieza. Para el ojo externo, el social, mi situación se categorizaba como estar “al pedo”. Fue un momento difícil. Yo sólo estaba en mis cosas. Iba a un curso de acrobacia. Después me enganché en un taller de circo. En el taller vi gente bailando y me gustó. Así, fui dos semanas a danza contemporánea. Una de las chicas de danza hacía improvisación así que terminé bailando contact e improvisación. Una danza muy corporal, mucho más jugada. Mucho más linda que se baila en grupo, sin ritmos. Si uno hace un movimiento, el otro busca un espacio en los claros que deja la otra persona. Hay una libertad ahí. Para mí es totalmente revolucionario.

 

La seguridad de los otros. Yo exploraba, mientras mis amigos tenían seguridad: una rutina que incluía las salidas del fin de semana. Durante la semana se encontraban a comer, tenían un sueldo. No era mi caso. Pasaron muchas secuencias, mucha inseguridad, porque estaba en pelotas. Hacía cursos de acrobacia pero ¿cuál era la salida laboral? Era mi formación para lo que venía llegando. Las cosas que he ido incorporando me dan una seguridad tremenda a la hora de cantar.

 

La rutina. Hay una rutina del hombre de la ciudad. De lunes a viernes de nueve a dieciocho trabaja, el resto del día a descansar para el día siguiente y el fin de semana partirse la cabeza en un boliche. Está toda la semana recuperándose para volver a partirse la cabeza el otro fin de semana. A mí me me costaba un huevo ir al boliche, con mis amigos, a seguir con la rutina de antes, de cuando éramos más jóvenes. Estaba toda la semana haciéndola como podía y el fin de semana era  encontrarse con los amigos a hacer la rutina de ellos. Después me empecé a separar de todo eso. También dolió.

 

La cueva. Nosotros somos cinco hermanos. Yo soy el mayor. Mis viejos desde Mardel nos pasaban una mensualidad. Yo no laburaba, entonces dependía de ella. Me hacía sentir muy mal, no generaba nada. En un momento estaba en pelotas y no me alcanzaba ni para ir al cine. Era libertad porque no tenía que ir a una oficina, pero estaba atrapado en mí ser.

 

Ídolos. En casa, mi papá y mi mamá tocaban la guitarra. Cuando sos chico siempre ves en tus padres a tus ídolos. Papá nos cantaba canciones antes de dormir. Él también escribía un montón. Yo aprendí a tocar el piano, como un instrumento más completo para leer música, pero siempre quise aprender a tocar la guitarra. Mamá me enseñó los acordes. Fue lo primero para escribir canciones, un acompañamiento fundamental.

 

El niño canción. Tengo recuerdos fugaces de mi infancia. Era sensible, tímido. La música me emocionaba un montón. En varios momentos a lo largo de mi vida me pasó de ponerme a llorar no entendiendo por qué.

 

Un asunto de familia. De chicos nos divertíamos mucho. Nos filmábamos entre los hermanos, hacíamos canciones. Así empezamos con Jeites, con mi primo Tomás. Les hacíamos canciones a nuestros viejos cuando se peleaban entre ellos y los gastábamos. Los tíos se cagaban de risa. Entre primos había internas, que se volvían excusas perfectas para escribir. 

 

Los viejos. Mi viejo nos propuso comprar un equipo de sonido. Según él, si nos íbamos a dedicar a la música teníamos que hacerlo bien. Al principio perdíamos, pero el aguante de los viejos siempre estuvo. Yo me considero un privilegiado. Tuve ayuda, hoy me estoy sosteniendo con la música. Esa ayuda siempre será agradecida. Este es un emprendimiento que abarca un montón de personas, todos los que están haciendo el aguante a las canciones que escribo yo, pero que ellos sienten como propias. Me gusta que las canciones sean del mundo.

 

Me volví canción. Estoy muy ligado a las canciones, soy una canción. Somos personas, con nuestros fantasmas y nuestros miedos e inseguridades. Mis canciones, a menos que hablen de miedo e inseguridad no tienen eso, al contrario, hablan de revolución, de cambios, de estados positivos, de viajes, de anhelos y de cosas que en el mundo de las canciones son todas realizables.

 

El metálico. Desde que empezamos no dejamos de tocar. Al principio no ganábamos plata, pero estábamos laburando: componiendo canciones, grabándolas. ¿Cómo laburás en un proyecto que está en el aire pero son sólo ideas o sensaciones?

 

El estudiante. Vine desde Mar del Plata a estudiar cine a Buenos Aires. A mitad de año extrañaba a mi novia, a mis viejos, tenía que pagar una cuota de algo que no sentía que me llenaba. Estaba buenísimo lo que veía y mis compañeros eran re interesantes, pero yo no me sentía bien. Estaba ahí por una presión cultural. Dejar fue toda una movida. Yo no lo veía como algo natural. Me sentía un vago. Venían los exámenes, no me bancaba esa presión. Estudié publicidad dos años y fue lo mismo: un mes de estar estudiando duro, todos los días, diez materias diferentes, haciendo trabajos prácticos. Podía hacerlo, pero no me hacía feliz. La presión del estudio era lo que más me inspiraba a agarrar la guitarra y tocar. Era una contrapartida que no podía obviar. En un momento, cuando quise dar cuenta, tenía más de cien canciones escritas. En el verano del segundo año de publicidad, un productor escuchó las canciones. Intuyó que había potencial. Hicimos un demo. Me motivó completamente.

 

Avanti. En los momentos de incertidumbre, he pensado en las cosas más extrañas, apocalípticas. ¡Yo quiero hacer esto y no lo puedo conseguir! Llorar, ponerme a llorar. Cuando yo estaba en esos momentos, lo mejor que podía hacer era escribir una canción, me hacía re bien. La música era lo único que tenía. Para este segundo disco la mayor inspiración vino de una relación que me marcó mucho, donde quería ser una persona que no era. Tratar de demostrar algo que no soy es lo más triste que me podía pasar. Tenés que aceptar qué es lo que sos y para dónde vas. El que quiera venir que venga y el que no quiera venir nos vemos a la vuelta. Un poco así.

 

Yo, actor. El mismo verano de segundo año de publicidad, hice un casting para una comedia musical. Me fui a presentar como músico. No quedé por mis dotes actorales sino más bien por el physique du role. El protagonista de la obra era el loco de Asís. En esa época estaba con barbita, pelito medio corto. Un look completamente franciscano. De Francisco de Asís pasé a Filomena Marturano. Una obra con el mismo director. Laburaban Hugo Arana, Betiana Blum, Virginia Lago y otras eminencias. Estuve un año y medio laburando en el Multiteatro, en la calle Corrientes, hicimos temporada en Mardel, gira por varias provincias, alucinando por que la hicimos en el micro que usa León para hacer “Mundo Alas”. Flashaba en colores. Yo quería eso, pero con la banda.

 

Rumbos. Me iba veinticinco días de gira con la obra, me quedaba una semana y a la semana me volvía a ir. No tenía tiempo de hacer presentaciones. Yo me quería dedicar a la música. Entonces le empezamos a poner más huevos. Toda la familia nos ayudó. Era algo que queríamos hacer: teníamos las canciones, ya había gente a las que le gustaban. La primera vez que nos presentamos fueron cuarenta personas. Es un montón para una banda que recién arranca. Fue increíble.

Tema uno. Tenía dieciseis o diecisiete años. Estábamos dando unos exámenes importantes con un amigo. Tocábamos más la guitarra que otra cosa. Escribimos una canción que se llamaba “Durmiendo en el Living”. Hablaba de una noche de borrachera en el boliche, me despertaba al día siguiente durmiendo en el living y tenía todas las imágenes de la noche anterior borroneadas. Nunca la pudimos terminar.

 

​​​Primeros intentos. Escribí las canciones más densas que se te puede ocurrir. Cuando me vine a vivir a Buenos Aires tenía una especie de diario. Empecé a relatar cosas que veía en la tele, que pasaban en la calle, mis sensaciones con mi novia marplatense a la distancia, mis ganas de verla y cómo se iba deteriorando esa relación por la distancia. La primer canción que concluí fue una que le escribí a mi primer novia. Hablaba de la distancia, del amor, de gente que íbamos conociendo. Mucha poesía, que cuando releo me da vergüenza. Era un amor muy puro, tanto que lo llamaría obsesión. Desde ese momento empecé a escribir más.

 

El recurso. Escribía a la noche, antes de dormir. Cuando esa relación terminó, empecé nuevas canciones. El foco era distinto pero también hablaba de amor. Si estaba caliente, también escribía una canción. Me salía de toque. Si quería hablarle a una compañera de la facultad que había estado mirando durante cuatro días, le daba un disquito. De ahí quizás me animaba a hablar un poco más, pero era demasiado tímido como para encararla de una.

 

La canción después del amor. El amor y las relaciones empezaron a desgastarme. Era muy absorbente conmigo mismo, no me daba respiro de lo que estaba pasando en ese momento. Empecé a escribirle a la ciudad, al mar, a la naturaleza, a los viajes, a las fantasías. Eso es lo que me alimenta. He hecho esos viajes y voy a hacer más. Si mi fantasía es tocar en Rusia, por decirte un país lejano, lo voy a concretar. Sólo hay que pensarlo positiva y fuertemente.

Jeites. El orígen. La banda es lo más importante que he logrado en la vida, ser consecuente con ello, mantenerlo y tratar de que perdure en el tiempo. Después de tener las canciones escritas y con la sugerencia de Tomi, mi primo, que toca el bajo y también es saxofonista, empezamos. Con él somos como los pilares. La banda al principio eran dos guitarras. Había un tema que era con una sola y un sonajero. El otro bailaba y hacía las monerías. Durante el verano vimos una banda en vivo que tenía un bajo. Descubrimos que teníamos que tener uno. Flashábamos con Paul Mc Cartney. Yo le mandaba las canciones y él grababa un bajo sin saber tocar. Después se sumó Fran, su hermano. Él toca la trompeta desde los cinco. Los primos siempre fueron más músicos. Después aprendió a tocar la guitarra y nos dimos cuenta que tenía una voz re linda, un dominio vocal alucinante. Cuando empezamos a ensayar le dije a mi hermano Nico si me hacía el aguante con un sonajero. El tipo agarró cajón, sonajero, pandereta y empezó. Después se mudó y ahora está estudiando percusión y música electrónica. La música le dio un aire nuevo. Se sumaron nuestras hermanas en los coros. Lucas es médico y se está perfeccionando como percusionista. El baterista, Andrés, es médico también y al mismo tiempo toca la guitarra y la batería.

 

Propósito. La música llegó. No se si busqué tener una banda de rock y llegar a quedar en la historia con la música. Ni a palos. De repente la banda se transformó en algo que despierta fanatismo. Si vas a ver a Jeites, en la primera fila está toda la gente a los gritos. Es rarísimo, es como un sueño que se está cumpliendo. Estamos tocando con bandas grandes, estamos pudiendo bancarnos los viajes y no perder plata. Nunca se me había ocurrido que mi banda iba a tocar un día con Manu Chao. Yo lo escucho de toda la vida. Vi a los Onda Vaga tocando con él y dije entonces yo también puedo. Al año siguiente lo concretamos. Tocamos tres fechas consecutivas con La Vela Puerca. El manager de esta banda estaba el día que tocamos con Manu, conoció a nuestro manager y se hicieron amigos. Yo (enfatiza) fanático de la banda. El cantante me invitó a subir al escenario a cantar un tema con ellos, me abrazaban, nos mirábamos a los ojos. Hasta que no sucedió no me lo pude creer. Bajé del escenario cagándome de risa, y de repente me puse a llorar. Tocamos con Manu, con La Vela, nuestra música está inmortalizada en internet. Quién sabe qué puede pasar de ahora en más.

 

El viaje. Hay una canción que se llama “Si vos querés” que dice “si el mundo que te muestran es sólo una muestra es abusador”. Se están abusando de vos, vos podés ir a buscar el mundo que quieras. Si querés viajar no hace falta mucha plata. El último viaje que hice agarré mochila y  guitarra. Nunca me había ido sólo. Viajando te das cuenta que estás acompañado todo el tiempo. Me fui encontrando gente en el viaje. Estuve en Unquillo, en San Marcos, Córdoba y después en Andalgalá, Catamarca. Si querés comodidades, sí tenés que estar laburando, un sueldo y tomarte vacaciones los quince días. En mi viaje, con la guitarra me pagaba todo.

 

Universo Jeites. El universo de las canciones se hace vivo cuando tocamos. Cuando hay gente que lo figura cuando nos ve, que están las luces, que estamos maquillados. Que es una canción atrás de la otra. Es una especie de ritual, de viaje, de mucha buena vibra y de canciones para bailar. Ahí se hace real. Al menos durante un rato. Después hay días que no tenés ganas de hacer nada. Estás ahí tirado en el cuarto, cansado mirando televisión. No voy así tirando flores bajo un cielo violeta, con caballos alados que me pasan a buscar. Tengo mis días banales, pero cada tanto uno siente que eso sucede.

 

La alternativa. El amarillismo y la catástrofe inmerso en el discurso común es la mierda que me hace hablar de las flores. Siempre quiero salir de ahí. Hay que atravezar esa oscuridad para poder ver la luz, porque sino cuando estás en la luz no la disfrutás. Hasta que no te caes no te das cuenta donde estabas parado. La gente feliz, es feliz porque se animó a seguir su sueño, sin importar su ingreso, dónde vive ni nada. Hay gente que es feliz con muy poco.

 

Canción social. Cada vez más gente escucha mis canciones y cada vez se afirman más como un compromiso social. Las canciones positivas son muy importantes en un país que es poco optimista, muy violento y lleno de odio. En ese contexto, no puedo dejar de cantar ni de promocionar -por ponerlo en un término más comercial- mi música. Quiero que llegue a todos los estratos sociales: a los pobres, a los ricos. Que se mezclen los perfumes con el sudor, que estén todos bailando un día esas canciones en algún lugar. Lo creo de esa manera, lo creo posible y esa es mi función: cantar canciones. Creo positivamente que todas las personas pueden lograr lo que quieran.

 

La no-rutina. Al no tener una rutina a veces tengo la sensación de que no hay nada que hacer. Siempre hay algo que hacer. A veces estás paralizado y lo mejor para salir de esa parálisis es moverte. Seguro te encontrás con alguien, ves algo que te haga acordar otra cosa que te va a despertar. Eso que estabas buscando está. Después de tocar un fin de semana entero, llega el lunes, con esa sensación de que no hay nada más que hacer y que tengo que volver a ensayar las canciones de siempre. Yo también transito la oscuridad, la nada, el sin sentido. Pero esa magia, esa adrenalina de ver a la gente saltando con tus temas hacen que me la quiera seguir jugando por esto.

Entrevistamos a Joaquín un jueves de verano en Casa Darwin, la casa donde vive con su hermano Nico y su amigo Alejandro. La casa también le sirve como escenario ocasional para recibir amigos y seguir difundiendo sus canciones. 

Esta es la banda de Joaquín: Jeites.-

              

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