top of page

Kiko Sánchez. "Llegar rodando".

“En el skate o en la vida, te caés y te tenés que volver a levantar. Los chicos no lo saben pero te va a pasar cuarenta millones de veces”.

La convicción. Ando en skate desde los once años. Tengo una vida arriba del skate. Todo empezó como un juego. Para divertirme. Salía con mis amigos. Hoy se transformó en mi carrera y en una convicción: hacer lo que me gusta.

 

La cuna. En el colegio no jugábamos a la pelota. Nada nos venía bien, hasta que apareció la tabla. Teníamos doce años cuando practicábamos en la pista de Munro. Era el lugar donde todo pasaba: comer, dormir, no ir al colegio, jugar a las escondidas, divertirse, interactuar con los más grandes. Martín Pivoto, actual presidente de la Asociación Argentina de Skate, nos conseguía para correr. Alguna marca nos daba zapatillas, nos llevaban a demostraciones. Íbamos con él al tour. Disfrutaba observándolo explicar y enseñar. Desde chico esa imagen se me grabó en la cabeza.

 

El orfanato. La cerraron a nuestros dieciséis: quedamos huérfanos. Estuve casi un año y medio sin andar. No había dónde hacerlo, los amigos lo abandonaron y yo me fui por las ramas. Además, nadie daba un peso por mí. Nunca dejé completamente, pero lo hacía poco y nada. Cuando volví, no paré más. Hoy el contexto ayuda mucho.

 

El insistidor. Al fallecer mi viejo, mi vieja quedó a cargo de tres hijos. Yo fui el peor, la oveja negra. Tenía once pero el skate era lo que estaba haciendo y me iba bien. Mamá se preocupaba por qué iba a hacer de mi vida. Entre los golpes y los viajes, la curé de espanto. Insistí tanto que le cambié la cabeza sobre lo que pensaba de la tabla.

 

Hijo. Mi vieja no entendía lo que yo hacía. Para ella, era jugar a la pelota. Tenía que respetar ciertos horarios. No volver muy golpeado. Y, sobre todo, terminar el colegio. No podía pasarme de sus límites. La última condición fue dura de alcanzar. Terminé la secundaria a duras penas. Me invitaban a retirarme seguido de los colegios. Siempre me dice que soy el único hijo al que le dejó hacer lo que realmente le gustaba. Siempre voy a estarle agradecido por eso.

 

Oasis. La libertad del skate es que no tenés que entrenar, ni hacerlo en un lugar específico. Nadie te dice como lo tenés que hacer. Podés ir sólo o con amigos, vas a dónde se te ocurra andar.

 

Cabeza de perro. Cuando terminé el colegio estaba en otra, al punto que me metí a trabajar en una veterinaria. Una amiga empezó a correr para una marca. También daba clases. Un día faltó un profesor y me propusieron suplantarlo. De a poco empecé a armar las clases con mi estilo. Fui encontrando la forma de expresarme y de explicar. Primero fueron clínicas de skate en colegios. Después se sumaron las demostraciones, al terminar les explicaba a los chicos como subirse a la tabla y todo lo relacionado al deporte.

 

Ayer. Andábamos en las calles. Aprender era sentarte y mirar a los más grandes. Callado. Si había un poco de onda, preguntar. En base a eso, intentar cambiar las posturas del cuerpo. Los primeros tres fueron años de entender el deporte conmigo mismo. De darme la cabeza contra la pared. No tenía referentes y eso atrasa mucho el nivel. Aprendí todo solo.

 

Auge. Recién hace tres o cuatro años este deporte empezó a moverse más. Surgieron las escuelitas. Hay una Asociación Argentina de Skate que construyen pistas junto con los municipios. Algo impensado hace unos años. Ahora los eventos incluyen rampas de skate y de deportes extremos. Así se hace conocido el deporte. También a los pibes les entra en la cabeza la imagen desde chicos, ahora lo ven en los dibujitos.

 

Marcas/Guita. Al estar de moda, las marcas avalan un poco más el rol del skater. Somos quiénes usamos su ropa: la imagen caminante, pero en definitiva sólo un escaloncito de la empresa. El modelo es Estados Unidos, donde se venden millones. Se busca replicar esa rentabilidad. Tenés que mostrar lo que hacés para que se entienda tu rol: hacer demostraciones, andar en skate, sacar fotos, formar parte de videos, figurar en revistas de skate nacional. Así recibís producto a cambio que es clave: las zapatillas raspan con la lija que tiene la tabla y no queda nada. Al andar por el suelo todo el día, pantalones, remeras y zapatillas vuelan.

 

El trabajo del skater. Mi día no es como el de un oficinista, pero es un trabajo al fin. Ando varios días a la semana. Me divierto. Por la categoría en la que me desempeño hoy, me pagan por andar profesionalmente. No sé en que momento me convertí en profesional, en Argentina nadie viene a decírtelo. Fue hace un par de años.

 

Balance goce-economía. Mi estilo de vida es de skater. Me encanta. No soy de pedir delirios, ni me quedo conforme dónde estoy. Siempre ando buscando para hacer cosas. Trato de viajar, conocer. Como no puedo vivir del aire, ando en skate y trato de generar dinero con esto. Tengo la filosofía de que si sigo haciendo lo que me gusta, la plata aparece.

 

Bendito. Después de tantos años, la mayoría de los que están en el medio me conocen por mi apodo: “Kiko”. Eso lo gané con nunca abandonar. Seguir y seguir. Los pibes de mi edad tenemos la suerte de que nos conocen todos, el mundo del skate es muy chico. Los que ganan plata los cuento con los dedos de la mano. Gracias a Dios soy uno de esos.

 

Surf-Skate-Long. El skate surgió en California. Cuando los chabones se quedaron sin olas para surfear, le pusieron ruedas a la tabla. La rivalidad longboard contra skate es moda. Aunque son muy parecidas, son disciplinas diferentes. Es como pop melódico y metal. El long es un instrumento que te sirve para andar, tiene ruedas más grandes y blandas que se agarran al piso. En el skate hacés piruetas. Es metal, te golpeás y a veces fuerte. 

 

Transformar ideas. Cinco años atrás era el boludo de la patineta. La gente en la calle comentaba “ya está grande”. Mi deseo es que esa idea cambie. Mi granito de arena es que el día de mañana sea un deporte tan popular como el fútbol: dónde hay canchitas, que haya pistas. Hoy la gente se acerca a preguntarme si se vive de esto. Está buenísimo.

 

Estar a tiro. El skater es transgresor. Va a un lugar donde no se puede andar y rompe un candado para entrar. Trabaja con su cuerpo, pero lleva la vida de un rockero: pucho, birra. Después de tantos años, generás un control y, con continuidad, podés andar sin caerte e incluso sacar piruetas. Si querés hacer algo más difícil, necesitás más concentración. En Barcelona, quería hacer un flip pero en una escalera de siete escalones. Algo grande. A velocidad, la tabla gira en el aire, vos la agarrás y la llevás a tres metros de altura con escalones largos. La tabla me tenía que quedar justo en los pies y encontrar la posición para caer. Tenía que ser perfecto. Con varios intentos, salió.

 

Poner el cuerpo. El día de mañana no me va a dar ni el cuerpo, ni las piernas. A veces llego todo roto, me lleno una bañadera de hielo y me la aguanto para que los músculos no se me atrofien. A medida que pasa el tiempo me duelen más los golpes y algunos dolores ya son crónicos.

 

Los chicos. En la escuelita entablo una relación re linda con chicos y padres. Muchos me cuentan cómo ven transformarse a sus hijos introvertidos. Los niños flashean con esto. Se sacan sus miedos. Acá no podés echarle la culpa al skate. La clave sos vos, si te caes es con vos mismo. Es una lucha interna. Darle para adelante, eso busco transmitir. Está bueno que desde chicos entiendan que la vida es así. A los de cuatro años se los enseño como un juego. Solitos se van cebando. Los de once me vienen a buscar al local e insisten para que ande con ellos. Es lo más que los roles vayan cambiando después de un tiempo.

 

La mente. Cuando ando en skate no pienso en nada más. Me olvido de todo. A veces lo que mi cabeza necesita es pensar en nada. Tiempo – espacio – lugar se combinan con una expresión corporal que llevás a lo físico. 

 

La vida dentro de la pista. Es el lugar dónde todas las edades se mezclan: el más grande le explica, ayuda y tira buena onda al más chico. Los catorce años andando me permiten instruir a los chicos para evitar el golpe. Les enseño a comportarse y las posturas que les permiten empezar a hacer. Les cuento sobre los tiempos. Requiere mucha concentración, estar atento a lo que puede pasar. En este deporte te la das. Con los años también aprendés a caerte. En el skate o en la vida, te caés y te tenés que volver a levantar. Ellos no lo saben pero te va a pasar cuarenta millones de veces. Venir a la escuelita les ahora años luz. 

 

La herencia. Hoy Youtube es la guía para aprender a andar. Los pibes vienen instruidos de otra manera y también tienen otras posibilidades de acceder a los productos. Hacen todo lo que hiciste o más en cinco años o menos. Por un lado está buenísimo, aunque tener un lugar en la escena local se vuelva más difícil. Pero no importa.

 

 

Entrevistamos a Kiko un caluroso día de 2013. Cruzamos toda la Capital Federal, hasta que lo encontramos en su guarida en Zona Norte. Tomamos un café y este fue el resultado de un charla en que un chico tímido nos contó la historia de su vida. Seguilo en FB

 

Esta entrevista no hubiese sido posible sin el gran apoyo de Luis Usandizaga de Galgo, podés ver el video que filmamos y de Nicolás Fazzioli que retocó con dedicación todas las fotos. ¡Muchas gracias!

bottom of page