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Rosa & Sherman. "De Perú (Deli) con amor".

“Nuestros padres no nos dieron nada. Desde la primer cucharita que ves, todo nos ha costado nuestro trabajo, mucha dedicación y esfuerzo”.

Y un día...abrieron. Abrimos y pensamos que nadie iba a pedir. Me acuerdo bien: ese día se sacaron exactamente doce pedidos. Fue algo inesperado. Recuerdo las consultas de la gente. Nos preguntaban ¿esto pica? Nos causaba mucha gracia esa inquietud, todos pensaban que al ser cocina peruana les iba a picar. Nos reíamos y les explicábamos que la comida estaba especialmente preparada para la gente de acá. Algunos clientes de esa época los mantenemos todavía. Es una gran satisfacción para nosotros.

La concreción. Esto es muy lindo. Tener un restaurant es ofrecer un servicio a la gente. Trabajar con gente es lo más importante para mí. Yo me acerco, les hablo, los escucho. Para mi es un arte. Es muy importante lo que el cliente quiere, estar a la escucha de sus gustos y quejas. Siempre buscamos mejorar. Tratamos de que la gente esté bien y esté contenta. No estamos ganando una fortuna. Si ustedes ven, nuestros precios son bajos y los insumos son de primera calidad.



La fórmula. Sí se puede, mucha gente dice “no se puede” pero sí. Hay que levantarse temprano y tener en claro que siempre vas a seguir adelante. Nuestros hijos fueron nuestra inspiración: no permitir que estén en la calle, que tengan su casita y que puedan estar ahí.

La elección de este camino. Siempre hay que luchar por uno mismo y saber que con tu esfuerzo puedes salir adelante. Me tranquiliza saber que siempre voy a estar apoyada por Sherman y por mis hijos: demostrarles a ellos que si uno quiere lo puede hacer, siempre luchando, honrados en todo y sin hacer daño a otra gente. Ese es mi motor.

 

“No trabajamos en una oficina porque no fuimos preparados para eso” Así, con muchísima humildad, inician la charla con El Oficio esta pareja de trabajadores gastronómicos, oriundos del Perú. Rosa lleva la delantera en la charla, secundada por Sherman, su marido y socio. Gente de buena madera. Conózcanlos.

Un hobby con gusto a más. No sabíamos nada de este negocio. Excepto saber cocinar. Hace tres años empezamos con esta aventura que nació como un hobby. El lema fue “vamos a ver lo que sale”. Me he tragado la pared varias veces pero siempre seguimos con el carro hacia adelante. Soy la más arriesgada de los dos y les he jalado a todos a mi mundo. Yo les agradezco mucho que la compartan conmigo.



De dónde venimos. Yo no cocinaba en mi casa. Trabajaba en la casa y además tenía un trabajo afuera.  Mi esposo en realidad es plomero y de mil oficios. Esto lo levantamos también con la ayuda de mis hijos.



Mi esposo: mi amor, mi socio. Yo me lancé al proyecto sin saber nada de gastronomía. Al tiempo mi esposo decidió dejar su trabajo y acompañarme completamente. Necesitaba alguien con su capacidad de crear y hacer cosas. Él se las ingenió y modificó todo lo que ves. En todo está su mano y eso que nunca antes había hecho un proyecto para un restaurante.



A pulmón. Yo dirijo la cocina porque no contamos con muchísimo personal. Las recetas las fuimos mejorando entre los dos. Nos convertimos en cocineros. Yo no podía con todo. Cocinar, comprar, administrar, era difícil hacer todo y hacerlo bien asi que, luego de un año, mi marido decidió dedicarle todo al restaurant.  De a dos se volvía mucho más fácil.



Proyecto de familia. Nuestros tres hijos varones nos apoyan aunque cada uno tiene su trabajo fuera del restaurant. Sin mi esposo y mis hijos no podría. A veces no concordamos en algunas ideas pero de otro modo esto no seguiría en pie.



Receta de éxito. Terminamos de trabajar a eso de las tres de la mañana y de aquí vamos directo al Central. Pasamos por casa, dormimos dos horas y nos volvemos para acá. Y en la mañana si no estamos en la cocina, estamos en contacto con proveedores. Un vez volvíamos para casa en el coche. De madrugada. Estábamos tan cansados que me recosté en el hombro de Sherman. Me desperté sobresaltada por bocinazos. El semáforo estaba en verde. Sherman también se había dormido. La cola de autos era de más de una cuadra!



No olvidarse de lo artesanal. Elegimos nosotros mismos los productos con los que cocinamos. Somos originarios de una ciudad que es puerto pesquero llamado Chimbote. Allí el pescado es fresco, y del mar va directo a la cocina. Nuestro mayor desafío es adaptar nuestras comidas y costumbres a la hora de comer a los insumos con los que contamos acá. Nos gusta que la mercadería sea fresquita, así lo que producimos es de la mejor calidad. Nuestro trabajo es muy artesanal.


​Siempre trabajando, siempre juntos. Nos conocemos desde chicos. Nuestras familias coincidían en la misma iglesia de los Testigos de Jehová, allá en Perú hay mayor tolerancia a este rito. Cuando empezamos a convivir yo tenía 17 años. Yo era menor de edad y eso no le agradaba a mi padre. Hace 27 años que estamos juntos. Viviendo nuestro amor y trabajando a la par. Yo por horas, él en plomería. Su trabajo era más estable porque él tenía mucho conocimiento en soldadura y plomería. Nos complementamos perfectamente: yo sin tener estudios me junté con él que sabe guardar su dinero, sabe manejarse y sabe no malgastar. Es importante no malgastar. Centavo a centavo se hace un peso.



La cucharita. Hemos trabajado en todo, hemos montado proyectos, hemos vendido ropa. Nuestros padres no nos dieron nada. Desde la primer cucharita que ves, todo nos ha costado nuestro trabajo, mucha dedicación y esfuerzo.



Partir. Mi esposo tenía su taller de mecánica en Perú. No estabamos mal. Mi cuñada vino a radicarse acá con sus pequeños. No podía trabajar porque tenía un bebé y pidió que vinieramos a buscarla. Era el año '92, ¡la fiebre de la Argentina en ese momento! Todos se venían: chilenos, bolivianos. Yo tenía 21 años y vine pensando en ver si se podía trabajar. Dejé marido e hijos allá. Soy de las que no me interesa si tengo que tirarme al piso y limpiar. A todo lo que sea digno me animo. Y así fue: todo el dinero que juntaba lo mandaba para que ellos estén bien.



Argentina guan guey. Volví a Perú porque tenía mis dos chicos chiquitos y lo entusiasmé a mi esposo. Vinimos pensando que iban a ser algunos meses. A nosotros nos servía mucho, ahorrábamos la mitad del sueldo y lo podíamos triplicar: el dólar en Perú estaba 3 pesos y algo. Al final, nos quedamos toda la vida.

Costumbres del altiplano. El diseño de la primer carta fue todo un tema. Una novedad enorme! Pensabamos qué ofrecerle a nuestro público. En Perú existe el lomo saltado, el ají de gallina, el ceviche. Nos guiamos por lo que más nos gusta y por lo que más comemos. Fuimos proponiendo alternativas por gusto y por tradición y nos arriesgamos. Teníamos muchísimos platos!



​¿Delivery o salón? Esa es la cuestión. La idea era hacer sólo delivery. La parte de salón surgió por una necesidad. Habíamos armado un living para que la gente espere más cómoda su pedido. De a poco fuimos viendo que en los silloncitos la gente empezaba a comer lo que había pedido, pero se los veía muy incómodos. Entonces pensamos en como atender mejor al cliente. Pusimos mesitas, fuimos armando el salón y nuevamente, la idea tuvo buena aceptación.









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