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Yanina De Simone. "Loca de amor".

“Haberme conectado con lo que a mí me apasiona no tiene precio. A través de Muy Chule puedo ser tal cual soy. Antes vivía una vida muy del para afuera, de satisfacer a los demás. Hoy es satisfacer mis necesidades, con lo que a mí me gusta, no con lo que le gusta al otro de mí”.-

Una mini grande. Mientras estaba en quinto año le pedí a mi vieja que me ayude a encontrar trabajo. Quería laburar. Quería ser grande. Conseguí en un call-center de American Express. La emoción me duró una semana. Después, me quería matar. Entraba al colegio a las siete menos diez, salía a la una. El trabajo empezaba una y media en Plaza San Martín, me iba hasta ahí en tren. Llegaba a los premios, comía en el tren...¿con qué necesidad?. Me encantaba decir que laburaba. Ganaba trescientos pesos,¡era rica! Le decía a mis amigas: ¡chicas vamos a Brasil! Todas estaban en otra y sin un mango. 

 

Cría. Mi viejo es recontra laburante. Con un infarto y después de treinta y seis años seguía en la misma compañía. Al fusionarse con un grupo inversor, le dieron la mano y le dijeron “mucho gusto” a un tipo que había dedicado la vida a su trabajo. Todos los días llegaba a casa a las once de la noche. Mi vieja, una mujer muy independiente, también laburó toda su vida.

 

Debut. Cuando terminé el secundario dudaba si quería hacer diseño grafico y me metí en la UBA. Esa movida mucho no me gustó. Seguía con la idea de trabajar y la UBA no me lo permitía. Empecé en la Fundación haciendo publicidad. Intuía que esa carrera me permitiría relacionarme con personas, que era lo que más me gustaba y además sumarle la parte creativa, para alimentar mi parte más sensible. Me dediqué a medios. Una vez que arranqué, no paré. Primero como asistente de medios, fui planificadora, luego coordinadora. Como ejecutiva de cuentas de Fox tenía casi la mitad del mercado publicitario en mis manos. Fueron seis años. Si lo ves de afuera decís “wow que carrerón”.

 

Jefa. A los veinticinco tenía gente a cargo. Me comparaba con ellos, que tenían que ir a laburar porque jamás habían imaginado otra cosa que los hiciese feliz. Habían empezado a estudiar una carrera y tenían que seguir esa línea. El “tenían” no sabés de dónde salía, pero estaba. Por suerte algunos a medida que fue pasando el tiempo nos fuimos despojando de la culpa.

 

Realidad simulada. Estaba metida en un engranaje. No sé si necesitaba cinco jeans por mes. Mi placard era una locura. Ropa con etiqueta, sin estrenar. ¡Flaca no los usas!  ¿Qué me pasaba? Iba por la calle y era un clásico consumir sin necesidad. No iba al super, no sabía cuanto valía un sachet de leche. Se nos pudría la verdura en la heladera. Me empecé a dar cuenta de cosas cotidianas que se me pasaban por alto. Estaba en otro estado, todo que ver con mi actividad. Mi trabajo consistía en relacionarme con personas, desde un lado un poco más superficial.



Mujer maravillosa. Me casé con Pablo. A los cuatro años empezamos a buscar un bebé. Muy rápido nos enteramos que estábamos embarazados. La psicóloga me ayudó muchísimo a sacarme el disfraz de mujer maravilla. Las preguntas planteadas en el diván yo también me las hacía, salvo que estando ahí, no me podía hacer la boluda. Pero el embarazo fue, lejos, la mejor terapia. Me ayudó a conectarme muchísimo conmigo misma. Empecé a descubirme desde otro lugar, no sólo cómo mujer, sino como hija. Mi vieja laburaba todo el tiempo. Nunca me faltó nada, pero la sopa calentita me la hacía mi abuela. Ella fue la que me crió. El embarazo fue el disparador que indicaba que un ciclo se estaba cumpliendo en mi vida. Era hora de elegir qué tipo de mamá quería ser. Me replantié muchas cosas: ¿qué buscaba?, ¿qué quería? ¿qué me gustaba verdaderamente?. Tuve que hacer frente a mis fantasmas: es mentira que no podés hacer algo por tu propia cuenta. En caso de que no funcione, siempre podés reinsertarte. En un momento entendí que podía laburar perfectamente de lo que quisiese.

 

Precuela. Desde muy chica hice hockey. En un momento, empecé a salir de los entrenamientos con una renguera tremenda. Los médicos me explicaron que la cabeza de mi fémur estaba deformada y que habría que cambiarla. Tenía fiebre reumática e iba a necesitar una prótesis de cadera. Hace cuatro años, decidí que era el momento. Pedí licencia y estuve durante largos meses en cama, acostada. Mi cabeza iba a mil. Ya empezaba a pensar que no tenía ganas de estar de nueve a dieciocho, todos los días, en lo mismo. Todavía, sin embargo, no era el momento de volar. 

 

Bienvenido. Vicente llegó al mundo, a mi mundo. Mi cabeza cambió. Al cumplir los seis meses de licencia lo llamé a mi jefe y le pedí un mes más, con la promesa de que volvía. Era un hecho, por decantación iba a ser una madre que iba a estar a full con mi hijo en los momentos que compartiésemos, esas madres que se tiran al piso cuando llegan a las ocho de la noche a su casa. Vicente tenía siete meses y yo seguía dándole la teta.

Fin. En laburos anteriores, cuando no me divertía más, renunciaba. Salvo en el último. Fui creciendo. Los ascensos me iban entreteniendo, me estimulaban. Soy muy autoexigente, entonces si había una meta más, allí iba. Si hubiese estado siempre en el mismo lugar, me hubiese ido antes. Cuando nació Vicente, mi zanahoria era él. No valía la pena nada más.

 

Volver. Mientras estaba en un almuerzo de trabajo tenía la cabeza en quién iba a cuidar a mi hijo. O en pleno lanzamiento de un nuevo programa de televisión, yo estaba completamente en otra. Mi bebé se empezó a enfermar, resfríos, fiebre. Estaba muy angustiada y mi angustia la estaba exteriorizando él. En el laburo no la pasaba mal, era Disney para estar en relación de dependencia, pero para mí era el fin de un ciclo. No podía imaginarme disfrutando de mi hijo sólo una hora diaria. Hablé con mi mamá. Ella pensaba que para mi el esfuerzo era quedarme en casa y me sugería en que siga con mi carrera. Para mi era una decisión: ella eligió en su momento cuando fue madre y yo elegía ser madre a tiempo completo. Por supuesto me entendió. Tengo una familia que siempre está y que me permite estar tranquila mientras hago lo que me gusta. La ecuación es perfecta.

 

Charlas. Hablar con mis jefes fue muy difícil. Intenté explicarles que no era por ellos, mi ciclo ahí había terminado. Ya era otra persona, no encajaba más, no les servía. Cuando anuncié que me iba, sentí que me saqué una mochila de cincuenta kilos de encima. Iba feliz al laburo, estaba en una nebulosa. Lo estaba disfrutando desde otro lugar porque sabía que eso se terminaba. Hablar con Pablo también fue difícil. “Siento que esto no vuelve, que me estoy perdiendo de algo. Siento que voy a poder hacer lo que me gusta y hasta incluso traer ingresos”. No ibamos a contar más con mi sueldo y teníamos que preparanos como familia para eso. Pablo me alentó a seguir lo que sentía. “Si nos va mal, nos va mal”, me dijo. Él fue el bastón.

 

Solapar. Desde que anuncié que me iba, me llené de una energía creativa increíble. Terminaba de trabajar y arrancaba a hacer lo que realmente me gustaba. Soy una mina que me gustan muchas cosas, como buena geminiana, sobre todo lo que tenga que ver con hacer, crear e imprimir algo mío. Me gusta mucho la decoración, el diseño. Así arrancó “Muy Chule”. Pero como un laburo, con un hijo y con mi vida nueva: yo no tenía idea lo que era ser madre. Me quedaba hasta las cuatro de la mañana escribiendo, pensando, bajando ideas. A las siete Vicente lloraba y arriba: empezaba mi día, primero era madre, le daba la teta, después me iba a laburar. Ser madre y empleada es muy difícil, me agoté y fue necesario decir basta y arriesgarme por lo que yo realmente quería.



Génesis. Chule es mi apodo desde los siete años. Teníamos que registrar el sitio. No tenía idea como llamarlo. Se me había ocurrido “Muy Chule”. Yo quería un lugar dónde concentrar todo lo que a mí me gusta: decoración, diseño, moda, bienestar. Todo dirigido para la mujer. El leit motiv de la página es “un mundo feliz”. Desde ese lugar puedo contarte desde dónde ir a comer comida casera hasta mostrarte un destino exótico dónde pasar tus vacaciones, pasando por una agenda de eventos. Es tu mundo feliz donde encontrás las cosas que te gustan. Entro para distraerme y volar un rato.

 

Forma y fondo. De a poco empecé a buscar información y a investigar que estaba pasando en materia de blogs. Mi idea fue clara desde el principio pero no sabía cómo darle forma. Podía ser un blog, una revista. Me di cuenta que se podía comercializar el formato blog. Si yo vendía publicidad, bien podía venderla en un sitio web, que fuese mío.

 

Estilo. Tengo una energía creativa y si empiezo a delirar, no paro. “Muy Chule” es un producto y para llegar a lo concreto empezó siendo colores pasteles, algo muy net con un toque romántico. Incluí imágenes que me gustaban como los arabescos, algunas flores, me gusta el degradé. Así fui  dándole a la página un tratamiento estético muy personal. Igual, las notas no siguen una línea. Podés encontrar una nota de decoración muy fresca y otra nota muy rock and roll. Tiene que ver con lo que soy y con que tengo varias pasiones que se concentran en ese lugar.



Rutina. Hoy mis días son muy irregulares. La única rutina es la orgánica de Vicente. Se despierta, desayuna, paseamos, almuerza, hace siesta, juega, baño y se vuelve a dormir. Si tengo un evento voy y lo cubro, saco fotos, tengo reuniones. Me gusta mucho estar en contacto con las personas. Antes también lo hacía, lo que cambia hoy es desde dónde lo hago. Para mí, el negocio está en la calle. Podés ver las cosas por internet, pero lo que podés generar está ahí afuera.



Novedad. Entré en un mundo nuevo. Soy arriesgada e inconsciente. Le puse la parte racional a cómo comercializar el blog, por que en eso me defendía, hacía años que venía trabajando en el área, pero no tenía idea como hacer un blog, tampoco sabía mucho sobre el funcionamiento del mundo web. Tengo un blog de tendencias, tengo que estar en las noticias, si no escribo sobre lo que pasa hoy, es viejo. Entré con muchos prejuicios porque pensaba 

 





que las pibas que trabajan en esto vivían en un tuper. Pero me encontré con gente divina, que hace lo que le gusta. Viven felices y no te están midiendo. Y me di cuenta que esa era la gente que yo quería conocer, porque me dan un reflejo de lo que busco. Empezás a interactuar con otro tipo de personas, más generosas, con menos rollos. Hoy que sonrías es pecado. Hoy te tenés que quejar, no podés decir que sos feliz. Estás "seteado" en quejarte, porque el resto también se queja.

 

Formas de mirar. El punto es en vez de laburar trescientos cuarenta días puteando para irte quince días a las Bahamas, vivir trescientos sesenta y cinco días de otra manera. Si hacés lo que te gusta, es imposible que te vaya mal. Cuando elegís, sabes donde va el foco. 

 

Hoy. Volvería a hacer lo mismo que hice, una y mil veces. Soy otra persona, hago lo que me hace bien y estoy yo por sobre todas las cosas. Actuando así puedo ser genuina con el resto: con mi hijo, con mi marido, con mis amigas, con mi familia. Laburo en conjunto y elijo con quién. Vos te largas sola y elegís todo, constantemente.



180°. Haberme conectado con lo que a mí me apasiona no tiene precio. A través de Muy Chule puedo ser tal cual soy. Antes vivía una vida muy del para afuera, de satisfacer a los demás. Hoy es satisfacer mis necesidades, con lo que a mí me gusta, no con lo que le gusta al otro de mí.

 

Velos caen. Yo me creía que entraba al canal y arrollaba con mi cuerpo y con mi actitud. Pero en realidad, adentro, lo que me pasaba era otra cosa. Eso era una coraza. Mi sueño siempre fue el de formar una familia. Poder ser libre y feliz en mi núcleo más íntimo es mi mayor objetivo, por que el resto, pasa, todo pasa. Yo tengo treinta años y quizás soy una pendeja para decir que mi único objetivo es tener una familia feliz, pero hoy ya se lo que quiero ser como mujer.

 

 

                                                                                                                                                                                                                                                                           

Yanina nos abrió generosamente la puerta de su PH reciclado en Villa Urquiza, decorado muy cálidamente por ella, donde vive con Pablo y Vicente, el hijo de ambos. Genaro, el cuarto de la familia, llegará a principios de Abril.





CONOCÉ MUY CHULE

                                                                                                                                                                                                                                          También encontrala en Facebook


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